Hace unos meses, en una reunión en la que había españoles, argentinos, chilenos, peruanos, colombianos, y en la que me tocó representar, por supuesto, a México, una pregunta obvia tuvo una respuesta nada obvia. De: «¿Dónde están las cervezas?», pasamos a Babel, ya que el grito simultáneo fue: «¡En la nevera!»... «¡En la heladera!»... «¡En el frigorífico!»... Me había quedado calladito, pero no tuve más remedio que agregar: «¡Y yo que pensé que estaban en el refrigerador!»
La cosa había empezado mal ya que, de los presentes, algunos habíamos llegado a ese quinto piso de la torre babélica en el elevador, mientras que otros lo habían hecho en el ascensor. ¿Implicaba eso que es lo mismo elevarse que ascender, o una elevación que un ascenso? Quienes solo habían querido subir, prosáicamente y sin connotaciones adicionales, usaron la escalera... y por lo tanto estaban más cansados, más sedientos y querían más cerveza. ¿Y con qué acompañar la cerveza? Pues de entrada, solo para engañar durante un rato al estómago, con palomitas, choclo, rosetas de maíz, copos de maíz... «¡o como le llamen en tu tierra, tío!»
Inútil seguir buscando ejemplos. De hecho, no sería necesario buscarlos, ya que en ese diálogo intercultural saltaban como sapos. Lo notable es que, a pesar de los continuos escollos, la comunicación fluía. ¿Será que la cerveza propicia el don de lenguas?
Todo esto no es más que para subrayar que acaban de llegar a México los dos volúmenes de la Nueva gramática de la lengua española, presentados en Madrid el pasado diciembre.
La cosa había empezado mal ya que, de los presentes, algunos habíamos llegado a ese quinto piso de la torre babélica en el elevador, mientras que otros lo habían hecho en el ascensor. ¿Implicaba eso que es lo mismo elevarse que ascender, o una elevación que un ascenso? Quienes solo habían querido subir, prosáicamente y sin connotaciones adicionales, usaron la escalera... y por lo tanto estaban más cansados, más sedientos y querían más cerveza. ¿Y con qué acompañar la cerveza? Pues de entrada, solo para engañar durante un rato al estómago, con palomitas, choclo, rosetas de maíz, copos de maíz... «¡o como le llamen en tu tierra, tío!»
Inútil seguir buscando ejemplos. De hecho, no sería necesario buscarlos, ya que en ese diálogo intercultural saltaban como sapos. Lo notable es que, a pesar de los continuos escollos, la comunicación fluía. ¿Será que la cerveza propicia el don de lenguas?
Todo esto no es más que para subrayar que acaban de llegar a México los dos volúmenes de la Nueva gramática de la lengua española, presentados en Madrid el pasado diciembre.
En el boletín de AFP leemos:
«La dicotomía España-América en la lengua no tiene sentido», estima el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, días antes de que comience en Valparaíso (Chile) el V Congreso Internacional de la Lengua Española dedicado a «América en la lengua española».
El boletín agrega, citando al mismo personaje:
Existe «desde hace mucho tiempo el diálogo España-América», y esa dicotomía España-América en la lengua no tiene sentido porque los españoles, en el conjunto de los hispanohablantes, somos el 10%, por tanto el eje demográfico de la lengua española está en América», alegó.
«La dicotomía España-América en la lengua no tiene sentido», estima el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, días antes de que comience en Valparaíso (Chile) el V Congreso Internacional de la Lengua Española dedicado a «América en la lengua española».
El boletín agrega, citando al mismo personaje:
Existe «desde hace mucho tiempo el diálogo España-América», y esa dicotomía España-América en la lengua no tiene sentido porque los españoles, en el conjunto de los hispanohablantes, somos el 10%, por tanto el eje demográfico de la lengua española está en América», alegó.
Que en porcentajes España lleva las de perder, no es cosa nueva. Y no lo es solamente en el ámbito hispanoamericano. Hace unos meses, en mayo del 2009, Xabier Zabaltza —de quien se nos indica al lado de su firma que es historiador, traductor y autor del libro Una historia de las lenguas y los nacionalismos—, señalaba que en el ámbito del Parlamento Europeo, el castellano —ya que en la España actual decir español es anatema— tiene el mismo peso que el... ¡que el ucraniano o el polaco! Ahí va:
En Europa existen tantos hablantes nativos de ucraniano o de polaco como de castellano. Pero, adormecidos en los cómodos laureles de la Hispanidad, gran parte de los españoles siguen manteniendo delirios de grandeza lingüística. En total, el 9% de los ciudadanos comunitarios tienen el castellano como lengua materna, pero solo otro 6% lo hablan como segunda lengua (las cifras para el inglés son el 13% y el 38%, respectivamente). Todavía no nos hemos enterado de que el castellano pinta muy poco en Europa.
En dicho parlamento, que no es más que otro reducto de Babel en el que se hablan 23 lenguas oficiales, los diplomáticos españoles dependen de traductores profesionales para moverse en un entorno dominado por el inglés, lengua que a ellos se les dificulta al grado de que los músculos faciales se les paralizan al primer intento de decir «jelou». Esto, por supuesto, no los beneficia ni tantito a la hora de cabildear.
Volviendo a nuestro asunto, no deja de haber reacciones optimistas respecto de la publicación de la nueva gramática. En entrevista publicada por Excelsior se comenta:
La forma de nombrar las nuevas tecnologías y sus descubrimientos no es la misma en todo el mundo hispánico. Existen diferencias «peligrosas» en el «léxico técnico» que deben combatirse, porque separan y dificultan la comunicación. «Hay que trabajar para que en todos los países donde se habla español se usen los mismos neologismos tecnológicos», afirma José Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana de la Lengua.
Esta visión integradora es, desde mi punto de vista, irrealizable. Los localismos y las idiosincrasias siempre prevalecerán y el lenguaje será seña de identidad nacional. Por cierto, la palabra nacionalismo, que ya salió a la luz en un párrafo anterior, también está sujeta a la polisemia y podría haber sido un sapo más en la introducción a este texto. En dicha entrada afirmé que en la reunión había españoles. Pequé de optimista. Aquello fue en Valencia y resultó, como siempre, que entre los españoles presentes había valencianistas, catalanistas y españolistas. Y, como siempre, se pelearon entre ellos al calor de las cervezas (calor, sí, porque las del frigorífico-nevera-heladera-refrigerador ya se habían terminado). Todos sabemos que la cerveza al tiempo no es una buena consejera. El caso es que, indignados entre ellos, se marcharon, dejando sola a la coalición latinoamericana. ¿Habrá sido ese mínimo suceso una metáfora de que le corresponde a América Latina tomar la estafeta del cuidado de nuestra bellísima lengua, el español?
Cabe apuntar que, en aquella reunión, los más reacios a aceptar diferentes modismos habían sido precisamente los españoles. Digamos a su favor que en esa ocasión jugaban de locales. Por otro lado, los que ofrecían mayor resistencia a abandonar sus giros particulares eran los argentinos, siempre nostálgicos del terruño. Eso sí: lo que nadie puso en duda es que la cerveza mexicana es la mejor.
»» Boletín de la AFP
»» Nota de Excélsior
»» Nota de El País