Continuemos con la disertación iniciada en la entrada anterior. Erratas, las hay de todos los tipos: intencionales, afortunadas, juguetonas, accidentales, entrometidas, maliciosas... En efecto, copistas, linotipistas y capturistas se han encargado, desde que la escritura es escritura y hasta la era informática, de arruinar y, en ocasiones, mejorar los textos sobre los que trabajan.
Alfonso Reyes afirmaba haber sido beneficiado por algunas erratas afortunadas. Como ejemplo, su verso «más adentro de tu frente» se convirtó azarosamente en un sugestivo «mar adentro de tu frente». Otro ejemplo rememorado por el mismo autor es la frase: «La historia, obligada a describir nuevos mundos», que se desdobló en «obligada a descubrir nuevos mundos».
En ocasiones, salta a la luz la mala leche de los formadores. ¿Puede suponerse accidental que la frase de Blasco Ibáñez: «Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el ceño fruncido» se convirtiera en «Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el coño fruncido», o que en la revista interna de una compañía de la que la actriz era portavoz, el nombre de María Conchita Alonso se haya convertido en María Chonchita Alonso?
De entre las muchas erratas que Esteban reseña, seleccionamos un par de ejemplos:
Una errata le trajo disgustos al poeta Garciasol. En un poema que publicó en la muy seria revista Ínsula, el poeta había escrito «Y Mariuca se duerme y yo me voy de puntillas», pero el duendecillo errático corrigió: «Y Mariuca se duerme y yo me voy de putillas». Mariuca era, naturalmente, su mujer y allí fue Troya.
O esta, igualmente colorida, de la que fue víctima Neruda... y algunos de sus traductores:
En Crepusculario, en vez de «besos, lecho y pan», la imprenta colocó «besos, leche y pan». «Muchas veces —decía el editor— vi traducida a otros idiomas la erratísima y ese milk me costaba lágrimas».
Ante la errata... ¡cinismo! Esa ha sido nuestra invitación, ya que el reconocimiento de la culpa siempre llega a destiempo y pasa inadvertido. ¿O es que alguien ha leído alguna vez una fe de erratas? Cinismo es, también, el que ha demostrado el Banco de México ante un erratonononón reproducido nada más y nada menos que 50 millones de veces... el del billete de cien pesos conmemorativo del Centenario de la Revolución, que en su reverso dice «Sufragio electivo, no reelección» (por «efectivo»).
Menos mal que la errata no estuvo en el anverso, en la letra de la canción que todos entonamos al sacar uno de estos billetes: «Si Adelita se fuera con otro, / la seguiría por tierra y bla bla bla...», y que debería valerles a esos billetes el mote de Adelitas, porque ni quien dude que se van con otros y, en estos tiempos de crisis, hay que seguirlos por tierra y por mar. Aunque ese error, como consta en las ligas que abajo incluimos, ha sido reconocido, hay otros que no. Tal es el caso de un error de acentuación en el billete de cincuenta pesos. En efecto, en la leyenda: «Que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud», la palabra sólo, como hemos indicado en una entrada anterior, no debería tildarse. Pero en fin, que esto no es una errata, sino una simple y vulgar falta de ortografía.
»» El Universal
»» CNN Expansión
Volvemos a dar crédito a la obra de la que las citas están tomadas:
Esteban, José
Vituperio (y algún elogio) de la errata
España: Renacimiento, 2002
Alfonso Reyes afirmaba haber sido beneficiado por algunas erratas afortunadas. Como ejemplo, su verso «más adentro de tu frente» se convirtó azarosamente en un sugestivo «mar adentro de tu frente». Otro ejemplo rememorado por el mismo autor es la frase: «La historia, obligada a describir nuevos mundos», que se desdobló en «obligada a descubrir nuevos mundos».
En ocasiones, salta a la luz la mala leche de los formadores. ¿Puede suponerse accidental que la frase de Blasco Ibáñez: «Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el ceño fruncido» se convirtiera en «Aquella mañana, doña Manuela se levantó con el coño fruncido», o que en la revista interna de una compañía de la que la actriz era portavoz, el nombre de María Conchita Alonso se haya convertido en María Chonchita Alonso?
De entre las muchas erratas que Esteban reseña, seleccionamos un par de ejemplos:
Una errata le trajo disgustos al poeta Garciasol. En un poema que publicó en la muy seria revista Ínsula, el poeta había escrito «Y Mariuca se duerme y yo me voy de puntillas», pero el duendecillo errático corrigió: «Y Mariuca se duerme y yo me voy de putillas». Mariuca era, naturalmente, su mujer y allí fue Troya.
O esta, igualmente colorida, de la que fue víctima Neruda... y algunos de sus traductores:
En Crepusculario, en vez de «besos, lecho y pan», la imprenta colocó «besos, leche y pan». «Muchas veces —decía el editor— vi traducida a otros idiomas la erratísima y ese milk me costaba lágrimas».
Ante la errata... ¡cinismo! Esa ha sido nuestra invitación, ya que el reconocimiento de la culpa siempre llega a destiempo y pasa inadvertido. ¿O es que alguien ha leído alguna vez una fe de erratas? Cinismo es, también, el que ha demostrado el Banco de México ante un erratonononón reproducido nada más y nada menos que 50 millones de veces... el del billete de cien pesos conmemorativo del Centenario de la Revolución, que en su reverso dice «Sufragio electivo, no reelección» (por «efectivo»).
Menos mal que la errata no estuvo en el anverso, en la letra de la canción que todos entonamos al sacar uno de estos billetes: «Si Adelita se fuera con otro, / la seguiría por tierra y bla bla bla...», y que debería valerles a esos billetes el mote de Adelitas, porque ni quien dude que se van con otros y, en estos tiempos de crisis, hay que seguirlos por tierra y por mar. Aunque ese error, como consta en las ligas que abajo incluimos, ha sido reconocido, hay otros que no. Tal es el caso de un error de acentuación en el billete de cincuenta pesos. En efecto, en la leyenda: «Que la esclavitud se proscriba para siempre y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud», la palabra sólo, como hemos indicado en una entrada anterior, no debería tildarse. Pero en fin, que esto no es una errata, sino una simple y vulgar falta de ortografía.
»» El Universal
»» CNN Expansión
Volvemos a dar crédito a la obra de la que las citas están tomadas:
Esteban, José
Vituperio (y algún elogio) de la errata
España: Renacimiento, 2002